LA VIDA ES SEGURA SOLO EN DIOS

Vivamos bajo el cuidado
del Dios altísimo;
pasemos la noche bajo la protección
del Dios todopoderoso.

(Salmo 91:1  VLA)

Hay muchas cosas en nuestra vida que nos llenan de miedo.  Quedarnos sin empleo, pasar por un período de enfermedad, enfrentar problemas familiares o matrimoniales, etc.  Nos da miedo la soledad, la falta de amor, la ausencia de algún ser amado, entre muchas cosas más.  Tener miedo es inherente a la naturaleza humana post edén, sin embargo, no es el plan de Dios.

Nuestro problema radica en el hecho de que ponemos nuestra vida en manos de quienes son incapaces de cuidarnos en totalidad y ello inevitablemente generará en nosotros angustia, la cual nos llevará a experimentar crisis de miedo en diferentes etapas de nuestra vida.  Le dejamos nuestro cuida al esposo o esposa, al novio o a la novia, a nuestros padres (especialmente en etapas de vida en que debemos ser independientes) y nadie de ellos podrá hacernos sentir seguros.  Confiamos en que el sindicato cuidará de nosotros laboralmente y en realidad no podrá, esperamos que nuestro mejor amigo nos cuide emocionalmente de nosotros  y seguramente fracasará en el intento.  El problema no está en que Dios no nos cuide, sino en que en la práctica (aunque el domingo en la iglesia digamos y contemos lo contrario) no lo hacemos.

La vida es segura solo en Dios.  El puede cuidarnos de aquello que vemos y de lo que no vemos.  El puede cuidarnos cuando experimentamos el fracaso, cuando sufrimos de desamor, cuando experimentamos abuso emocional o físico.  El puede cuidarnos cuando estamos adoloridos por el abandono, cuando laboralmente estamos en riesgo, cuando no sabemos qué ruta en la vida tomar.

Cuando le permitimos que Él nos cuide, a pesar de poder ver que las cosas no pintan bien, experimentaremos seguridad, pues Él lo puede todo y su amor es siempre suficiente para saciar cualquier necesidad.

Dejemos de ponernos al cuidado de quienes, aun con intenciones buenas no podrán hacer gran cosa por nosotros, y volvámonos a los brazos de Dios, pues “el tiene cuidado de nosotros”