LA FUENTE CORRECTA DE AMOR

Más que vivir,

prefiero que me ames.
Te alabaré con mis labios
(SALMO 63:3 VLA)

Desde que somos niños dependemos  del amor de nuestros padres o tutores.  Nadie que crezca sin ser amado, acariciado y respetado puede tener una adultez sana.  Sin embargo para ser honestos, debemos decir que aunque nuestros padres dieron su mejor esfuerzo en nuestra crianza, experimentamos muchas carencias a nivel afectivo.  No siempre sus acciones las interpretamos de manera positiva y por ello hoy “rengueamos” en lo emocional.

En la adolescencia tratamos de suplir esa carencia de afecto buscando una novia o un novio con quien suponíamos podríamos saciar nuestra necesidad de ser amados y sin embargo no fue así.  Ya en la juventud, muchos estuvimos dispuestos a cambiar sexo por afecto y sin embargo ello termino ocasionándonos más dolor aun.  Nos casamos con la esperanza que la persona amada retribuyera de la misma forma y fracasamos en el intento.  Poco después llegaron los hijos y creimos que esta vez sería radicalmente diferente, pero al paso del tiempo crecen y les vemos ir por la misma ruta de nosotros; preocupados más por ser amados que por amar o amarnos.

David seguramente vivo algo parecido a esto.  Seguramente sufrió de desamor como nosotros lo hemos sufrido y busco en las misma fuentes en las que nosotros hemos buscado sin encontrar nada que le llenara.

Es por ello que después de mucho se da cuenta que solo hay un amor que en verdad sacia: El amor de Dios.  Debo de confesar que mi experiencia de vida ha sido igual.  Agradezco a quienes a lo largo de mi vida han mostrado amor hacia mí, sin embargo, el amor que me sacia y me hace sentir completo y feliz es el amor del Padre.

Cada vez que busque en la fuente equivocada sufrí, experimente insatisfacción y enojo.  Muchas veces me vi llorando por no sentirme amado, hasta que comprendí, que solo en El podría encontrar lo que por tantos años había anhelado: Ser amado

Dejemos de buscar y mendigar amor.  La fuente perfecta de amor y gracia, solo está en Dios y cada vez que vamos a Él, somos en verdad saciados.  Demos gracias por quienes nos aman, pues lo hacen de gratis, pero estemos claros que el amor que nos hará completamente felices, es el amor de Dios sanando y restaurando todo en nuestra vida.

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