DIOS NOS HABLA ¿LE ESCUCHAS?


y poco después, Dios mismo se le acercó y lo llamó como antes:
—¡Samuel, Samuel!
Y él contestó:
—Dime, Dios mío, ¿en qué puedo servirte?
(1 Samuel 3:10 VLA)


Sin duda somos la generación más expuesta a información.  Podemos acceder a ella vía Tv. Radio, Cine, Teatro, Revistas, Periódicos y la Internet.  Estamos expuestos a un sinnúmero de sonidos y datos como en ninguna otra etapa de la humanidad y ello nos hace poco sensibles o receptivos a las cosas verdaderamente valiosas.  Tendemos a escuchar la opinión de los comunicadores con mucha facilidad, de los líderes políticos y culturales, somos receptivos a los comentarios de nuestros amigos y familiares; sin embargo cuando Dios nos habla ni cuenta nos damos.

Samuel era un niño cuando Dios le hablo por primera vez.  El no sabía distinguir la voz de Dios de entre todas las demás voces y ello nos pasa a nosotros hoy, solo que ya no somos niños como él.  Es fácil distinguir la voz de Lopez Doriga  de Alatorre o de Aristegui ¿Por qué?  Pues porque su voz nos es familiar, siempre les escuchamos en el noticiero por las noches o en las mañanas.  Eso mismo le ocurría al niño Samuel.  Le era fácil distinguir la voz del sumo sacerdote, pues le escuchaba todos los días durante todo el día, pero la voz de Dios no, pues nunca habían conversado.  Por ello cuando Éste le hablo pensó que era su maestro.

Nosotros ya no somos niños y aun no podemos discriminar la voz de Dios y la razón es simple, no estamos familiarizada con ella.  Podemos distinguir cuando nos habla el pastor de la iglesia, pero no Dios, Sabemos cuándo nos habla el compadre o la comadre, pero no cuando Dios lo hace.  Dios busca por todos los medio interactuar con nosotros.  Tiene muchas cosas que compartirnos, hay tanto que quiere ayudarnos a corregir en nuestra vida y nosotros pasamos de largo porque no le escuchamos.  Nos lleva a su Palabra escrita y no entendemos, Nos habla a través de una canción de la iglesia y nosotros solo nos enganchamos con el ritmo, aun usa a gente cercana a nosotros y sin embargo parece que no reaccionamos.

Después de esa noche, el niño Samuel conoció la voz de Dios y nunca más se volvió a equivocar.  ¿Y nosotros cuando?  Ya no perdamos más tiempo y detengamos un momento cada día para charlar con Dios, si lo hacemos nuestra vida nunca volverá a ser la misma.

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