CANSADOS DE PECAR


Dios mío, que vives en el monte Sión, tú mereces nuestras alabanzas; mereces que te cumplamos las promesas que te hacemos.
2-3 Tú escuchas nuestra oración.
Estamos cansados de pecar, por eso acudimos a ti. Nuestros pecados nos dominan, pero tú nos perdonas.
¡Qué bendición reciben
los que viven cerca de ti, los que viven en tu mismo templo! Quedamos satisfechos con el alimento que de ti recibimos.
(Salmo 65:1-4).

No todo en la vida nos cansa.  No todo en la vida nos resulta intolerable o extremadamente frustrantes.  La verdad sea dicha hay situaciones, circunstancias y personas que nos provocan mucha satisfacción aparente.  Sin embargo David en este salmo declara “estamos cansados de pecar…”  Es interesante, sobre todo si pensamos en el hecho de que pecamos para conseguir satisfacción o evitar algún dolor.  Al final de cuentas, el pecado es una ruta falsa que nos promueve una satisfacción momentánea.
David se había cansado de buscar gozo, paz, bienestar, satisfacción, autorrealización y  alegría en el pecado.  Como nosotros hoy, había experimentado el hecho de que el pecado nos genera una sensación momentánea de satisfacción, la cual se disipa extremadamente rápida y por la cual se paga un precio muy alto.  En algunos casos, por toda la vida.  Había descubierto que el pecado ofrece el máximo de placer a cambio del máximo dolor.  Ello ya lo tenía cansado y frustrado y exclama: “por eso acudimos a ti, pues nuestros pecados nos dominan…”  Se percato también de dos cosas, que esas acciones no solo generaban dolor, sino que también producían en él esclavitud y que ante ello, solo Dios tenía la respuesta, para librarlo, sanarlo y enseñarle el camino correcto para vivir en satisfacción.
Nosotros, ¿ya estamos cansados de pecar?  A veces pienso que no tanto.  Pues recurrimos aun  a la vieja ruta del pecado a cambio de un poco de aparente bienestar.  Mentimos para salvar nuestro “pellejo”  Mantenemos conductas adictivas para compensar el dolor con que hemos crecido,   Trabajamos con poca ética porque no queremos sentirnos usados y  usamos a nuestra pareja e hijos para experimentar un poco de poder.  Esto entre muchas cosas más.
Solo Dios puede perdonarnos y librarnos de estas prácticas destructivas y mostrarnos el camino correcto y sano para vivir.  Volvámonos a Dios con un corazón sumiso y busquemos su rostro una vez más.  El sabrá que hacer con nuestra situación y darnos la oportunidad de vivir en su gracia.

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