CONFIEMOS

Oración por la victoria
SALMO 10
1 Dios mío,
¿por qué te quedas tan lejos?, ¿por qué te escondes de mí cuando más te necesito?
Los malvados y orgullosos persiguen a los humildes, pero acabarán por caer en sus propias trampas.
3-4 Alaban a los ambiciosos, pero a ti te menosprecian. No te buscan, porque para ellos no existes.
Son groseros. Levantan la nariz y presumen de su codicia, pues sólo en eso piensan;
¡siempre les va bien en todo lo que hacen!
Tus leyes, Dios mío,
no las pueden entender. Se burlan de sus enemigos,
y en su interior piensan que jamás fracasarán, que nunca tendrán problemas y que siempre serán felices.
Sus palabras ofenden y lastiman; tras sus palabras esconden sus malas intenciones.
Andan por las calles espiando a los inocentes, para caerles encima y matarlos a traición.
Siempre se andan escondiendo, como el león en su cueva; siempre están dispuestos a saltar
sobre la gente indefensa, y en cuanto la atrapan, la arrastran en su red.
10 Y así, quedan humillados los que tienen la desgracia de caer bajo su dominio.
11 Esos malvados piensan que a ti no te importa, y que hasta escondes la cara para no ver lo que pasa.
12-15 ¡Vamos, Dios mío!
¡Llama a cuentas a los malvados! ¿Por qué han de burlarse de ti? ¡Pídeles cuentas de su maldad,
y bórralos de este mundo! ¿Por qué han de creer  que no les pedirás cuentas? Tú conoces su maldad,
tomas en cuenta su violencia, y un día les darás su merecido. ¡Tú acabarás con su poder!
¡Dios mío,
no te olvides de los humildes! Los huérfanos y desvalidos confían en ti; ¡tú eres quien los ayuda!
16-18 Tú, Dios mío,
 Reinas para siempre y escuchas la oración de los humildes. Tú defiendes a los huérfanos y a los que son maltratados;
tú los animas y les prestas atención. Pero a los que no te reconocen los echarás de tu tierra, para que nadie en este mundo
vuelva a sembrar el terror.

Ojala todo en la vida nos saliera a pedir de boca.  Sin embargo no siempre alcanzamos lo que nos proponemos, no siempre terminamos en donde soñamos, no siempre el final de nuestras historias de vida son maravillosas.  Mucho tiene que ver con aquello de lo que hablamos hace una semana sobre nuestra falta de competencia para construir nuestra vida.  La verdad es que cuando nos damos cuenta de esa realidad, nos sentimos tristes, no deprimimos y en ocasiones nos enojamos con todos a nuestro alrededor.
Es de esto de lo hoy platicaremos.  Veremos como Dios quiere que enfoquemos mejor los sucesos de nuestra vida, los signifiquemos mejor a fin de enfrentarlos con una actitud positiva y más congruente con los valores de su Reino.

¿Dónde estás que no te veo?
El salmista dice: “¿Dónde estás...?”  El sentía como muchas veces nosotros sentimos cuando las cosas no resultan como pensamos, que Dios no está cerca.  La sensación de la lejanía de Dios es fruto de la usencia de la imagen paterna, con la cual el anti reino hiere nuestro corazón.  Nuestra cultura promueve una paternidad ausente y con ello lastima nuestra alma de tal forma que, cuando caminamos con Dios en nuestra juventud y adultez, perdemos de vista a Dios y nos sentimos huérfanos.  David clamaba a Dios desde su dolor primario y rogaba diciendo “¿Dios a donde te fuiste?”  No es que Dios se ausente de nosotros, sino más bien que nuestro corazón herido no puede ver al Padre cuidándonos en los tiempos difíciles.
Por otro lado, nos cuesta trabajo entender que la vida se compone de momentos buenos y otros no tanto.  Circunstancias agradables y otras no tanto.  De personas buenas y otras no tanto.  Pensamos que todo tiene que ser “color de rosa” Que todo debe terminar con la frase “…y vivieron felices para siempre…”  Creemos que la felicidad es ausencia de dolor y fracaso.  Todo ello nos lo promueven los medios masivos de comunicación y con ello nuestra percepción y evaluación de las cosas es sesgada.
Dios JAMAS se aleja de nosotros y siempre está a nuestro lado aunque no podamos verlo, ni seamos competentes para evaluar eficientemente lo que pasa en nuestro entorno.

Yo me esfuerzo y me va mal
¿Cuántos hemos dicho, yo me porto bien y me va mal?  David parece que compartía la misma percepción que nosotros.  El veía a su alrededor y se daba cuenta que había amigos y familiares que sin actuar de acuerdo con los valores de Dios, tenían una mejor vida a su parecer.  Ello no le parecía justo como tampoco nos lo parece a nosotros hoy.  La vida no fue diseñada para que nadie sufriera, sin embargo el pecado que entro a través de la vida de Adán ha hecho de la vida un carrusel de sufrimiento, dominio, avaricia y venganza.  Dios jamás ha querido que las cosas sucedan así, sin embargo lo ha permitido dado que el corazón del hombre siempre “…tiende hacia el mal…”  Es decir la humanidad ha sembrado engaño y cosecha para si dolor.  A veces ese dolor alcanza a los justos o a los que menos tienen y es por ello que Dios ha enviado a su hijo a fin de darnos salvación y solución para la vida.  En en ello y por ello que debemos aprender a significar mejor las cosas y darle su debida proporción a las cosas.

La solución es Dios
Dios es Juez justo y Señor de todo y en esa condición actúa.  Aquellos que abusan, dañan, aplastan, matan, roban, defraudan y ejercen mal el poder pareciera que logran sus metas en la vida con mayor facilidad, sin embargo no es así.  El Señor no olvida sus obras y pesa sus corazones. La escritura dice “Todo lo que el hombre siembra, eso también cosecha” y debemos de entender que no todo fruto se cosecha de inmediato.  A veces hay que esperar para ver los resultados.
La respuesta ante la injusticia, los malos resultados, la avaricia de los de junto, etc.  No es el enojo, la tristeza, la desesperación o la negación de Dios.  Todo ello genera más dolor aun.  La respuesta es buscar a Dios y dejar a sus pies nuestras cargas, nuestras dudas y aun nuestras frustraciones y dolores.  Deprimirnos porque no salieron las cosas en nuestros estudios, en nuestro trabajo, en nuestro matrimonio, con nuestros hijos, no es lo que Dios espera de nosotros y mucho menos lo que necesitamos para seguir adelante.  La respuesta está en Dios y a el debemos decirle: “Dios no te tardes, sal en mi defensa”
La aflicción del alma encuentra sanidad en Dios. La depresión y el enojo nos hunden más en el engaño del diablo.

Una actitud correcta
¿Cuál es la actitud correcta ante la vida? Confiar y caminar en los valores del Reino de Dios.  Vemos a David al final del salmo declarando la justicia del Reino y confiando en el accionar de Dios en el medio de su generación.  El aceptaba su dolor y confusión.  Declaro que a veces no podía evaluar bien las cosas y que no entendía porque Dios permitía tanta injusticia, pero al final decidió dejar el control a Dios, confiar en el y vivir en los valores de Reino de su Padre.  Como le dijo a Goliat una vez, ahora implícitamente lo dice: “…Dios te entregara en mi mano…”  El creyó que en medio de todo eso que no entendía que pasaba en su vida Dios estaba en control y le daría también la victoria.  Negar la justicia de Dios no es el camino.  Confiar en el Juez justo y en el Padre amoroso es la vía correcta para todo aquel que clama por victoria en su vida.

Cada quien enfrenta situaciones que no son entendibles fácilmente. Enfrentamos enfermedades, dolor del alma, escases económicos, malos tratos laborales, etc.  Ante ello desanimarse y ser víctimas no es lo que se necesita para ver la luz de la esperanza.  Dios demanda de nosotros confianza en El y que declaremos que su amor nos sostiene, su gracia nos da ánimo y su justicia nos es suficiente.

No permitamos que las circunstancias difíciles que hoy enfrentamos nos alejen de Dios.  Confiemos en El y caminemos de su mano, porque en El estamos seguro y el es suficiente  para cualquiera en cualquier situación.

Comentarios

Entradas populares